“El Quelele”

perro

Por Emilio Sánchez Pérez

¿Quién fue El Quelele?, Enigmático personaje del que muy poco se sabe de él, la historia empieza a correr allá por el año de 1955, en las calles del viejo Mexicali, Azueta Reforma, Lerdo, Obregón y Altamirano, este fue el escenario donde “El Quelele” distribuía como voceador los periódicos, La Voz de La Frontera, El Extra y La Opinión, en el cual también nació y dio a conocer su popular frase “Ora si trai Quelele, aquí dice, ni modo de borrarle”.

Eran las calles de nutrido transito su campo de trabajo, donde había que sortear el peligro al que se exponía, ofreciendo los ejemplares para que el pueblo se enterara muy temprano de la noticia del día, en esa cálida ciudad por su clima y lo amable de su gente, todo era diferente, el comercio a diferencia de Tecate, Tijuana, Rosarito y Ensenada que estaban dolarizadas Mexicali operaba en pesos, la mercancía en sus tiendas las exhibía en moneda mexicana.

En esta tierra de aires provincianos vivió un tiempo “El Quelele”, donde nadie conoció su nombre ni de qué lugar hizo su arribo, cierto día por las calles que cotidianamente recorría sorpresivamente fue a tropellado, huyendo de los carros decidió buscar nuevos horizontes, tras el abandono de la ciudad del oro blanco (El Algodón)  y la de las ricas flautas, llego al pacifico pueblo de Tecate, en el que muy pocos residentes contaban con ese medio de transporte, comentan que la gente se divertía contando los carros que por aquí pasaban.

Por el perfil de indigente pero un hombre muy trabajador, pronto se relaciono fue aceptado como un miembro más del grupo que formaban Francisco “El Pisaquedito”, José Refugio Pérez “La Burra”, Domingo Calles “El Indio Mingo” y otros más que de la memoria se olvidan, en aquellos años no había puentes ni túneles donde esconderse, eran personas prudentes  se alejaban del caserío se reunían en las vías del tren, a compartir lo que habían comprado individual o colectivamente en los licores San Francisco número uno y numero dos propiedad de Don Pepe Vásquez o en los Licores “El As” de la esquina Plutarco Elías Calles con Avenida Benito Juárez, el grupo esporádicamente aumentaba con la visita de los socios honorarios, El Pomponio pintor de brocha gorda, El Golondrino o Golondrio, Ebanista  o Carpintero de reconocido prestigio.

Se agregaban también algunas damas con el mismo perfil y oficio, era un grupo que se caracterizaba por ser hospitalario a todos les daba la bienvenida por igual, se repartía y compartía, la botella pasaba de mano en mano algunas veces no alcanzaba a dar la vuelta  por la voracidad y garganta del socio en turno, que se prendía de ella poniendo en práctica aquel dicho que decía “Por si no te vuelvo a ver”, los que esperaban, inquietos como sedientos en un desierto se dejaban escuchar “Déjame un buche un buchito no te la vayas acabar”, las reuniones no fueron de un café mañanero o de un atardecer, eran con la clásica Pepsicola, alcohol de 96 grados, tequila, Ron o mezcal, era un grupo homogéneo de comunes intereses, el que le brindo amistad al fuereño.

Personaje de condición humilde en el vestir, de chamarra larga desgastada, para hacerle frente al crudo frio invierno o de camisa suelta sin fajarse, se vestía con sencillez según la época del año, a veces muy trajeado y bien boleado, en la descripción que le hizo Don Víctor Manuel Peñalosa Beltrán, en el libro de su autoría titulado “Ecos del Cuchuma” eran las oscuras mañanas invernales una silueta de baja estatura en densa oscuridad se  desplazaba con rumbo a la central camionera, era “El Quelele” que en ese lugar recibía las pacas de periódicos para dar inicio a la distribución y jornada del día por las calles de Tecate de escaso tráfico, en poco tiempo logro captar la atención por la especial forma de pregonar la noticia, la alteraba o la inventaba con tal de llevar unos pesos a su bolsillo.

Una ocasión gritando dio la noticia murió El Comandante de la Policía varias veces lo repetía, a lo que alguien le reclamo oye Quelele El Comandante Huerta no murió él está allí, si pero no el de aquí fue el de Chihuahua, sólo por referir un lugar, rápido le daba solución.

A quien más sino al Quelele se ocurrían estas puntadas cuando a propósito pasaba por la comandancia expresaba “En Tecate ya no hay rateros sólo quedan los Policías” con una mano abrazaba sus periódicos y la otra la ponía en la boca caminando con dirección al parque se reía en forma sarcástica se escuchaba el ja, ja, ja los policías solo se concretaban a decir viejo….

Recuerdo que hace 12 años en el rastreo de elementos para fortalecer la identidad del personaje, en una de las entrevistas se logró al fin recibir testimonialmente el nombre al que respondía, Alfredo Varela originario del Estado de Tamaulipas, relacionándolo a la vez en parentesco con la artista Yolanda Varela, así mismo en días recientes se amplió la investigación con relación a su fallecimiento en los archivos municipales, la búsqueda fue en vano no se encontró nada, por la premura del tiempo el proyecto se suspendió para otra mejor ocasión.

Conocí al Quelele de bolero y voceador en 1961, cuando estas actividades las realizaba en el Parque Miguel Hidalgo, en ese entonces mi trabajo consistía en ejercer la Talabartería en un taller que estaba en trastienda del Emporio, propiedad de Don Amilcar Morales Diaz, por la cercanía de los dos puntos fue la razón de identificar al personaje.

En 1959 Don Fidencio Almonte Ramirez, compro una fracción del Rancho San Francisco,  lo que conocemos actualmente con el nombre de Fraccionamiento San Fernando en 1962 de la calle Presidente Rodríguez 252 la familia con la que vivía se mudó a formar parte de la fundación de ese asentamiento habitacional, para esas fechas ya trabajaba en el mismo oficio con el señor Manuel Ceceña Romero, para llegar a esa fuente de trabajo se hacía por una vereda que con el tiempo se fue marcando, era un camino que diariamente recorría por la necesidad de mi trabajo, se pasaba por los terrenos que ocupa la Universidad y por un costado del campo de béisbol hasta llegar al rio que aún no había sido dragado, era un terreno casi plano, al cruzar la vía del tren, había un álamo bajo el cual estaba un carro yonkeado, era el aposento donde descansaba y ocupaba para dormir por las noches El Quelele, ubicado atrás de la cantina El Club Tecate propiedad de Don Antonio Chavarin Naranjo, con el que trabajo El Quelele aproximadamente por 10 años, haciendo mandados y la limpieza del local.

Ironías de la vida eran los años que cubrían la década de 1960, El Quelele había llegado a Tecate años antes, huyendo de los carros y fue lamentablemente en ese periodo que dentro de un carro expiro.

Ha transcurrido más de medio siglo de su muerte y aún sigue vigente el recuerdo en la memoria de los Tecatenses, a los que dejo como herencia su clásica frase con la que se inmortalizo.

“Ora si trai Quelele, aquí dice, ni modo de borrarle”. Con gratitud por su aportación a mis amigos, Ismael Chavarin Rebolleado, Alfonso Flores El Muñeco, Enrique Gallego Acosta a Don Andrés Bañuelos Hernandez.

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